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Se queda Se queda

Se queda

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Javier Lizaga

Leonardo Sciascia definía la política italiana así: “Italia es un país sin verdad”. Agradezco su modestia. Sube y baja la guerra de Gaza en la bolsa de NY, las grandes empresas gobiernan y Villarejo reina. Jodido hallar verdades y qué quiere decir un presidente que con el ceño fruncido pronuncia un “he decidido seguir”, que, si todo sigue igual, no debería ser ni noticia.

Gestionar un “me piro” es complicado, lo sabe cualquiera que haya tenido cuadrilla y haya tenido que escapar de una discoteca a las 3 de la mañana. Los que siempre cedíamos, los de “no tenía que haber salido”, sabíamos que Sánchez no tenía escapatoria. El grito que se oyó detrás, era del colega que iba a pedir los chupitos, y había ganado la porra.

Hace días que no escuchamos a los políticos. Normal, Sánchez nos dijo una cosa y la contraria. “Sabemos que no parará, y no es lo más relevante” (vaya liada para no ser relevante) dijo del acoso, para anunciar “la regeneración de la política” (y la revolución francesa, sin remilgos venga).

Le puso una pizca de feminismo con lo de devolver a la mujer “al ámbito doméstico”. Y nos puso en la pista porque “tenemos que decidir” y “tenemos que hacer una reflexión colectiva”. Pero, por favor, que sea después del verano, las elecciones digo.

“Solo llamamos absurdo a lo que no entendemos todavía”, escribía Cortázar en Rayuela. Me falta la contundencia, como decía Enrique Ballester, de esos que se sienten capaces ora de ser presidente del gobierno, ora seleccionador nacional.

Lo siento por Sánchez. No habrá “se queda” más famoso que el de Neymar, a dos días de que se fuera.

Amo la justificación de Piqué, cuando le dijeron: ¿por qué lo publicasteis si sabías que se iba? “Quedaba muy poco de mí”, demasiada poesía para una borrachera. Pero puede que la única verdad. Uno que se queda y quiso irse, queda poco de él. Sencillamente, porque ha empezado a irse.